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Carta de los Alumnos a Dña. Carmen
Nos gustaría decir unas palabras en nombre de nuestros compañeros de 1º de la ESO y de todos los alumnos del Colegio, que sabemos que también echarán mucho de menos a Doña Carmen, pues ha sido una persona muy importante para todos nosotros.
Doña Carmen era una bellísima persona, que impartía felicidad por el colegio. Era uno de los pilares de esta escuela. Cuando pasábamos esos estupendos ratos con ella, una gran sonrisa aparecía en nuestro rostro, y ésta no se borraba hasta que se acabase el día. Nos deleitaba con las emocionantes historias o anécdotas que nos contaba, sobre los principios de esta institución llamada Lope de Vega. Era un placer escucharla, porque sus palabras eran enriquecedoras y con ella las horas pasaban y pasaban, y no nos dábamos cuenta, porque con Doña Carmen el tiempo transcurría volando de lo bien que nos sentíamos en su presencia.
Le encantaba hablar de su marido Don Juan Fuster Zaragoza, nos explicaba cómo fundó el colegio, las dificultades que tuvo, y lo mucho que adoraba a los niños. Doña Carmen nos daba todo lo necesario para seguir con nuestra educación, nos alimentaba con alegría y nos llenaba de vida, como la luz que ayuda a crecer a las plantas sanas. Cualquier problema que tuviéramos ella nos ayudaba a solucionarlo con felicidad, y nos decía que la alegría era una de las cosas más importantes del mundo.
Hay una frase que se nos ha grabado en la memoria y que nunca olvidaremos porque tiene un gran mensaje. Es la siguiente: “Sois muy afortunados de todo lo que tenéis, los niños pobres no tienen ni la mitad que vosotros, así que estudiar, que vale mucho la pena y sobretodo ser felices en esta vida”. Todo lo que salía por su boca se convertía en una frase célebre.
Nos encantaba ver a Doña Carmen en el comedor, ella era la que nos daba las servilletas, cuchara y tenedor para la bandeja, la que nos ayudaba a vestirnos correctamente, y la que nos aconsejaba que nos recogiéramos cabello, para que los pelos no molestaran al comer. Cuando nos quedábamos los últimos en el comedor ella siempre nos contaba alguna anécdota divertida y a continuación nos acompañaba hasta abajo.
Se levantaba igual de pronto que nosotros o incluso más, debido a que ella era una gran deportista. Hacía mucho ejercicio físico; iba a correr, se bañaba en la piscina y en vez de utilizar el ascensor, iba por las escaleras. Si alguna vez la veíamos fuera del colegio, siempre nos saludaba con cariño y nosotros les respondíamos con una amable sonrisa.
Doña Carmen ha sido una de las personas más bondadosas, tiernas y honestas que hemos conocido. No se ha ido para siempre porque ella permanecerá eternamente en nuestro corazón.
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