“¡Ay, que rollo, hay que hacer un trabajo, no me apetece nada…!” Esto es lo que pensamos cuando nos propusieron hacer un trabajo para presentarnos al concurso del MEP. Menos mal que Silvia y Juanjo nos animaron a hacerlo, ya que si no lo hubiéramos realizado no podríamos haber vivido esta irrepetible experiencia, que sin duda mereció la pena.
Cuando nos dijeron que habían seleccionado nuestros trabajos y que iríamos a la fase autonómica en Valencia nos pusimos muy contentos; pero al mismo tiempo nos preocupaba no saber qué decir ó como actuar, ya que allí tendríamos que usar el vocabulario propio del Parlamento, así como tratar temas de los que normalmente no hablamos, y nos asustaba un poco que todos estuvieran muy preparados y nosotros no, y que por la vergüenza de hablar en público hiciéramos el ridículo.
Al llegar, todas nuestras dudas se disiparon: los demás delegados eran jóvenes como nosotros; que estaban en la misma situación, igual de nerviosos y emocionados, gente muy simpática con la que no perderemos la amistad. Una vez en Lliria, cada uno nos reunimos con los que habían tratado nuestro mismo tema formando comisiones. Allí trabajamos duro, pero también pasamos muy buenos momentos y conocimos a mucha gente, y nuestros presidentes de comisión nos ayudaron en todo momento y nos guiaron al redactar las resoluciones, que luego debatimos el día de la Asamblea General en Las Cortes valencianas.
Esta experiencia no se puede describir con palabras; por mucho que os expliquemos, nunca podréis entender realmente lo que vivimos y lo que disfrutamos. Sólo lo entenderéis de una manera: ¡Viviéndolo!
Por Caterina Orquín y Elena Rodríguez