Aunque ya no esté entre nosotros, Doña Carmen, como se la conocía cariñosamente, deja un importante legado con el firme deseo de que permanezca en el tiempo: el Colegio que con tanto amor y dedicación levantó junto a su marido, D. Juan Fuster Zaragoza en 1956. Mujer de firmes convicciones y férrea fe católica, luchó a lo largo de su vida por mantener la Institución Educativa Lope de Vega, empresa que no siempre resultó fácil. En 1981 le detectaron una difícil enfermedad que, afortunadamente, acabaría superando años más tarde; tenía todavía una importante tarea que realizar. Tras el fallecimiento de su esposo en 1984, sacó adelante sola a sus 6 hijos, 4 de ellos menores de edad, cogiendo en ese momento también las riendas del Colegio, al cual consagraría el resto de sus días. 30 años en los cuales ha mantenido y cuidado con determinación el legado de D. Juan Fuster.
Además de su fortaleza, Doña Carmen destacó también por ser una persona cercana, cariñosa, detallista y siempre preocupada por el bien de todos los integrantes de la Comunidad Educativa, lo cual le valió el afecto de los alumnos y trabajadores del Colegio.
En sus memorias confiesa haber tenido que tomar “decisiones muy difíciles para garantizar la continuidad del Centro, eligiendo siempre aquello que fuera mejor para la Institución”, a la que desde el fallecimiento de su esposo “le profesó la misma fidelidad que un día le hizo comprometerse con él y sus ideales”.
Hoy no sólo su familia lamenta esta gran pérdida, sino las más de 50 promociones que han pasado por el Colegio desde su fundación y que han encontrado en ella la generosidad y la fortaleza de una mujer que se desvivió por los demás.
Descanse en Paz.