El lunes 15 de octubre los alumnos del Lope de Vega llegaron al colegio como cualquier otro día. Pero lo que vieron al mirar hacia las instalaciones deportivas les dejó de piedra. Es cierto, el viernes había llovido, ¿pero esto? Enseguida se nos vienen a la cabeza las imágenes del año pasado, pero lo que sólo era un amargo recuerdo, ahora se había vuelto realidad de una forma brutal e impactante. Las instalaciones deportivas, que apenas una semana antes habían sido escenario de la presentación del las escuelas deportivas, se hallaban en un estado desolador. El campo de césped, reconstruido con tanto afán, había sido arrastrado por el muro que colinda con el camping, del cual solo la mitad queda en pie. Los cristales de las pistas de padel, incapaces de hacer frente a la presión del agua, se hicieron añicos. Asimismo, el agua inundó los vestuarios y despachos dejando a su marcha un verdadero caos. Incluso el muro que separaba la pista de tenis del terreno contiguo cedió ante el empuje del agua. La piscina sufrió daños menores, deshinchándose el globo. Los daños que ha sufrido el colegio nos deben de hacer conscientes de la fuerza que posee la naturaleza. En nuestro caso particular, ha sido el agua, el cual ha arrastrado sin piedad todo lo que encontró a su paso. Actualmente, a pesar de que la imagen que presentaba el campo y las instalaciones no eran nada alentadora, la directiva, con una enorme dosis de optimismo, está poniendo todo su esfuerzo en volver cuanto antes a la normalidad. Desde aquí, los alumnos queremos dar nuestro más sincero apoyo a la familia Fuster y no solidarizamos porque entendemos que el colegio también es nuestro.